03 diciembre, 2006

Inocencia


Ví una vez cuando niño

una puerta engalanada de

flores.

Aparecían alegrías y sonrisas

colgadas del dintel.

Bellezas con labios rojizos y

 ojos rasgados de color negro.

Mi mirada dirigida a ellas

y temblorosa mi voz

y mis rodillas.

La timidez podía conmigo

ante aquél descubrimiento

que deslumbraba

mi ingenua visión de las cosas.

Incertidumbre y miedo

se conjugaban para impedir

que alguna rozara mis labios.

Un descubrir de algo

que avivaba en un interior

oculto y frágil.

Y que quedó olvidado y escondido

por miedo a que pudiera trastocar

un mundo distinto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es un sentimiento meláncolico pero dulce.