Ví una vez cuando niño
una puerta engalanada de
flores.
Aparecían alegrías y sonrisas
colgadas del dintel.
Bellezas con labios rojizos y
ojos rasgados de color negro.
Mi mirada dirigida a ellas
y temblorosa mi voz
y mis rodillas.
La timidez podía conmigo
ante aquél descubrimiento
que deslumbraba
mi ingenua visión de las cosas.
Incertidumbre y miedo
se conjugaban para impedir
que alguna rozara mis labios.
Un descubrir de algo
que avivaba en un interior
oculto y frágil.
Y que quedó olvidado y escondido
por miedo a que pudiera trastocar
un mundo distinto.