El atardecer es
un momento del día
en el que aparecen musas,
que no vemos a lo largo
de todo el tiempo.
Las musas nos invitan a
revolotear
sobre burbujas que explotan
al contacto con la brisa,
de una tarde soleada de otoño.
Es un encuentro entre carnal y efímero, un soplo levemente
sentido en un oido
que está cerrado a palabras
de amor y de alegría.
Y despierta con el rugir de un vendaval, en una tarde soleada
de otoño.
Así, sentiremos algo inesperado
que nos invita a dar mil vueltas
a lo que creíamos perdido
y parece habernos encontrado.
No él a nosotros sino al contrario
de lo que siempre esperábamos
sentir,en una tarde soleada
de otoño.
En una tarde soleada de otoño,
estamos más cerca de lo que siempre
añoramos en la vida
y que nunca alcanzaríamos
sin este espacio del tiempo
que nos hace menos infelíces.
un momento del día
en el que aparecen musas,
que no vemos a lo largo
de todo el tiempo.
Las musas nos invitan a
revolotear
sobre burbujas que explotan
al contacto con la brisa,
de una tarde soleada de otoño.
Es un encuentro entre carnal y efímero, un soplo levemente
sentido en un oido
que está cerrado a palabras
de amor y de alegría.
Y despierta con el rugir de un vendaval, en una tarde soleada
de otoño.
Así, sentiremos algo inesperado
que nos invita a dar mil vueltas
a lo que creíamos perdido
y parece habernos encontrado.
No él a nosotros sino al contrario
de lo que siempre esperábamos
sentir,en una tarde soleada
de otoño.
En una tarde soleada de otoño,
estamos más cerca de lo que siempre
añoramos en la vida
y que nunca alcanzaríamos
sin este espacio del tiempo
que nos hace menos infelíces.